martes, 2 de noviembre de 2010

La ciudad de los discapacitados

En nuestra hermosa y extraña ciudad no es un secreto para nadie, que existe una mezcla de varias pequeñas ciudades, que se superponen y aislan geográfica y socialmente en diversas formas. Me atrevo a decir que son 3 las fracciones: Medellín 12, Medellín 34 y Medellín 56. Es fácil saber que son 3 ciudades diferentes, basta revisar sus estadísticas que contrastan en muchos aspectos. De hecho, los rostros de sus gentes, sus oficios, sus alimentos y hasta su longevidad difieren; pero más allá, casi todos los de la 12, la 34 y la 56, se saben esa que dice “Oh libertad que perfumas…”.

De la ciudad en la cual yo nací, Medellín 56, la gran mayoría de gente nunca ha ido a la Medellín 12, de hecho, para casi todos los 56eños, es mucho más conocido y más cerca Miami que Medellín 12.

En la búsqueda de romper las invisibles pero enormes barreras culturales y sociales que segregan estas tres ciudades, desde 2004 fue inaugurado un sistema de transporte público único en el mundo, que en cabinas voladoras sube las lomas de la Medellín 12 y mágicamente conecta esa ciudad de una manera amable, limpia y segura con el resto de la urbe. Aun así, un gran porcentaje de los habitantes de la Medellín 56 nunca ha conocido a sus vecinos de la Medellín 12.

Observando las calles por Medellín 12, se encuentra una ciudad muy peculiar. Calles estrechas y entreveradas con pocas aceras no uniformes, encierran un paisaje urbano lleno de alegría, niños corriendo, gente saludando, conversando, yendo de un lado a otro. Pasan algunas motos, pocos colectivos y muchos menos carros. Falta un poco de aseo, pero hay mucha vida en el ambiente.

Contrasta radicalmente con la Medellín 56. En sus calles muchas aceras están obstruidas por un cerco vegetal que circunda las urbanizaciones. Nadie camina, nadie se ve, nadie se saluda. En las zonas con vocación comercial, los carros invaden la calle, la acera y hasta los negocios muchas veces, parece que sus habitantes hubieran decidido disfrazarse de carro permanentemente para sus quehaceres diarios. Unos pocos vehículos de transporte público se ven pasar, algunas veces vacíos, en otros casos llenos de habitantes de la Medellín 12 y 34, que van a trabajar a la Medellín 56.

Los fines de semana curiosamente, el panorama en las calles de la Medellín 56 es desolador. De día no se ve un alma, casi nadie hace deporte, muchos engordan en un sofá mientras en el TV les dicen cómo rebajar. De tarde o noche, el tedio no deja quedar a muchos en casa, pero las calles siguen siendo fantasmales. Los 56eños salen en sus carros y los llevan a una enorme torre de parqueaderos, allá los espera una lujosa galería de almacenes para ver qué comprar y qué comer. Parece una ciudad más bien enferma. Nadie conoce a sus vecinos, nadie saluda, nadie comenta nadie propone, nadie declama. Eso sí, todos pelean, pues el tráfico es insoportable.

La administración se vio entonces en la necesidad de restringir el tráfico con una medida temporal llamada pico y placa. Y apareció entonces una nueva enfermedad, que ataca principalmente, a la Medellín 56. Extrañamente, sus habitantes se vuelven discapacitados esos días en que no pueden usar sus carros. Lo digo porque lo viví durante un tiempo que estuve en mi 56 natal, con mis amigos y familiares. “No puedo porque tengo pico y placa”, ahora escucho más esa frase que el tradicional “quiubo pues”.

Seamos un poco reflexivos. La población en la ciudad seguirá creciendo, el espacio no. Si pretendemos seguir usando el carro para todo, como se hace en la Medellín 56 de hoy, entonces deberíamos elegir un alcalde que proponga eliminar el presupuesto para salud, educación, vivienda y todos los demás rubros, para que en vez de construir sociedad y calidad de vida para todos, construya autopistas de varios niveles y gigantescos intercambios viales en la Medellín 56. Pero esa sinceramente sería una muy mala idea, a pesar de que con seguridad, aliviaría el problema del complicado tráfico 56eño.

La otra solución consta de bastante menos cemento y menos asfalto. Es muy simple, en resumen: Montemos en bus. A usted señora que necesita ir a hacer sus vueltas, al ejecutivo que va para la reunión, al joven universitario que salió de su partido de tenis en el club, al ganadero que va al banco, a la ingeniera que va a la obra, al que le provoque ir y venir, el transporte público, está para que lo usemos, lo cuidemos y lo mejoremos. El transporte público no está para enfurecernos mientras se detiene a cargar y descargar pasajeros delante de nuestros carros, está ahí para que usted se baje del carro y en un acto de humildad y civismo, lo use, para que aporte a vivir en una ciudad mejor. Para que se evite las idas al taller, o al tránsito a los pleitos de los choques, para que ajuste su presupuesto, mejore su salud caminando y deje el mal genio. Ese trabajo complicado que consiste en lidiar el tráfico de la ciudad, déjeselo a un conductor de bus y llegue a su casa sin estrés.

Yo sé que es muy bueno salir a la calle a mostrar el carro nuevo, pero no se preocupe, que usted no será ni más ni menos que nadie si usa el transporte público, será eso sí, un mejor ciudadano. También sé que el transporte público está lejos de ofrecer buena cobertura y confort, pero eso depende de nuestro apoyo y empuje sobre el tipo de ciudad en la que queremos vivir, la ciudad de la gente o la ciudad del cemento.

PD: Para que podamos usar más el transporte público, sigo esperando que el SIMOC en 2 clicks me diga qué bus(es) debo tomar para ir de A a B.